LA MIRADA DEL NÓMADA, PALABRAS EN TRÁNSITO ENTRE EL ZEN Y LA TRADICIÓN POÉTICA TANKA, DEL JAPÓN
LA MIRADA DEL NÓMADA, PALABRAS EN TRÁNSITO ENTRE EL ZEN Y LA TRADICIÓN POÉTICA TANKA, DEL JAPÓN
La noche cae en la biblioteca, en las
estancias, en la montaña, en las ciudades y los caminos, poco a poco el
entresueño reta a la vigilia, en ese instante el escritor encuentra senderos
que conducen hacia las almas y los elementos. El hilo del discurso une la
brevedad de la vida, la frugalidad del camino, y rompe con la ilusión de la
eternidad.
Cada uno de los setenta y cuatro
fragmentos de la obra, representa un alto en el camino para observar e
interpretar alguna de las circunstancias que mueven la existencia: contemplación,
nostalgia, despertar, duda, rebeldía, compasión, crueldad, ironía, dolor, muerte,
deseo, pasión.
La filosofía Zen y la poesía oriental
tienen una gran influencia en los temas y estilo de esta obra, construida
principalmente durante la estadía del autor en Sendai, Japón. Posteriormente,
en otros viajes y escenarios, va a ampliarse el trabajo para completar la temática,
la forma y la composición. El escrito es un testimonio de ese periplo como
nómada. Vale entonces citar a Matsuo Basho: “Este camino nadie ya lo recorre,
salvo el crepúsculo”.
En fragmentos se nota la influencia del
estilo Tanka y del Haiku que elogia a la naturaleza y las escenas cotidianas.
Es una escritura que privilegia la emoción, la resistencia, el arrojo, la
conexión con el entorno, el paisaje, la energía del cosmos convocada en la
forja de las letras.
Algunas líneas tienen la fuerza evocadora
de los mantras, contribuyen a una catarsis, a la liberación de la energía, a
conducir el río interior hacia un estado de equilibrio, entendiendo y aceptando
lo frágil y lo efímero de la existencia. Hay que atreverse a respirar las
palabras, a cantarlas y dejarlas resonar, así como los antiguos aprendieron a
trascender por medio de los cantos en las cuevas (como primeras catedrales),
para alcanzar estados distintos de consciencia. Es entonces, al permitir una
lectura libre de normas y prejuicios, que se posibilita el don terapéutico del
arte.
Mirar el mundo a través del prisma
transgresor de la palabra puede ser una experiencia sobrecogedora, luminosa,
liberadora. Vale la pena darse licencia para intentarlo. Volvemos a citar a Matsuo
Basho: “. Al olor del ciruelo surge el sol sobre el sendero de montaña …
“.
En la apertura, el autor invita a una
mesa cuyos platos son evocaciones de autores tan disímiles como Borges y Khalil
Gibran. Sigue el discurso de la memoria en puertas del fin de la existencia, y
luego la meditación sobre el valor que tiene, para algunos el arte de la
poesía.
Aparece el camino y la duda sobre si
este es un tránsito solitario en realidad. Luego ese camino se transforma, y la
palabra lo disecciona en una constelación de sonidos, imágenes, formas,
escenarios, rutas, batallas y sueños.
Es muy pertinente entonces, la siguiente
cita de Octavio Paz: “Hecho de aire, entre pinos y rocas, brota el
poema “.
En otra parte del camino, el nómada se
encuentra con la visión poética de autores dispersos en el tiempo y en la
geografía. ¿Tendrán algo en común Nezahualcóyotl, Bukowski, Pablo Antonio
Cuadra, Jorge Debravo y un poeta que vive al sur del mundo?
El bosque, el mar, el manuscrito, el
sueño, las ciudades, las escenas, todo tiene su lugar en el camino del nómada,
nos enseñan lo efímero de la grandeza y el valor de lo que ha de trascender.
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